El recital de Lorenzo desde la primera vuelta, el podio español de MotoGP, FOTOS DE LA CARRERA


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Hay pocas motos mejores que la Honda ahora mismo. Un motor envidiado, por potencia y aceleración, un cambio de marchas supersónico, la electrónica más avanzada, un chasis perfeccionado a golpe de crítica... Pero las máquinas no corren solas. Hay pilotos que pueden más, que compensan el derroche económico, las décimas de segundo perdidas cuando las revoluciones no acompañan. Pilotos que no pierden la calma aunque se caigan, aunque destrocen inexplicablemente el embrague, aunque hayan descorchado ya cuatro de los cinco motores con lo que se puede correr una temporada sin ser penalizado. Pilotos como Jorge Lorenzo, tozudo, de los que mira siempre al frente y poco a los lados, confiado, positivo si lo que está en juego es la victoria, ese bien tan preciado.

Solo así se explica que sea capaz de hacer lo que hace. Pocos lo saben tan bien como Valentino Rossi, que pilota esa misma Yamaha con la que su compañero de equipo pule a sus rivales mientras él debe conformarse con ser el más rápido del viernes. Esa M1 es una moto casi tan brillante como la Honda. Pero solo casi. Y hacer que ese casi no se note está en manos solo de los privilegiados, los que nacieron con estrella, los que todavía tienen edad y ganas de dejarse la piel en el asfalto, los que suelen preferir un triunfo a un segundo puesto aunque el campeonato esté en juego. No especula Lorenzo. Ya no se desquicia cuando es segundo y no primero. Ya no tira los guantes por el suelo cuando algo le sale mal. Pero si se sabe con ritmo, si se cree mejor que el resto, exprime su moto, mima esos neumáticos tan delicados y se juega el pellejo en la primera curva. Todo por ganar.









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